viernes, 14 de septiembre de 2012

CLIENTELISMO POLITICO


¡Oh Manuel!, que en tu primera niñez física, te regalaron una colección de polichinelas. Y te acostumbraste a ellos de tal modo, que Manuel y sus polichinelas iban siempre el uno al lado de los otros, juntos e inseparables, terminaron por fundirse y constituir un solo y único organismo, lo cual no deja de ser extraordinariamente científico y conmovedor.
Generalmente, los niños se cansan de sus juguetes, una vez hastiados del muñeco que durante un tiempo hizo sus delicias, le rompen los brazos, las piernas, les abren el vientre para ver lo que tienen dentro, y luego, desdeñosos, lo arrojan.
El Manuel, que si hace ya tiempo dejó de ser pollo, no dejó nunca de ser niño, un niño terrible, un verdadero “Manuel”, que si entró hace ya muchos años en el pleno desarrollo de su inteligencia, no pareció haber entrado nunca, en el período de razón.
Criatura precoz, lista, despierta, vivaracha, dotada de una intuición rara, aprendiendo con extraordinaria facilidad lo que le enseñaban sus maestros y adivinando lo que éstos no sabían, pero destinado a no salir nunca de su primitivo estado, esto es, del estado de criatura, se pasa la vida haciendo chiquilladas; niño travieso, se agarró a la política, considerándola como un juguete sumamente entretenido y propio, como ningún otro para hacer travesuras y desesperar a la gente mayor y no la soltaba, ni tenía ganas de soltarla...
En sus manos, la política es un muñeco divertido, un polichinela articulado, lujosamente vestido, adornado de plumas, cintas y cascabeles, con que Manuel, niño eterno, ha venido jugando. Manuel no ha pertenecido nunca a ese gremio de criaturas ingratas y sin corazón. Cierto es, y muy cierto, que muchas veces se entretuvo en desnudar a sus polichinelas, en desarticularles, en descabezarles y en abrirles los vientres; pero luego se guardó muy mucho de arrinconarles, de tirarlos a la calle o a la basura; nada de eso.

Lo que hace Manuel era recomponer cariñosamente sus muñecos; curaba sus fracturas con toda la habilidad de un cirujano o de un mecánico consumado; remendarle la cabeza y si preciso era, remplazarlas por otras “más bonitas”;vistiéndolas con nuevos y ricos ropajes y luego los presentaba afanosamente al mundo como nuevos.
El mundo exclamaba: “¡pero si es un polichinela nuevo...!” Y contestaba Manuel sonriendo y muy satisfecho de su destreza:” No, señores: es el mismode antes; el mismo de siempre...”. Hace años que contemplamos enternecidos el mismo espectáculo: Manuel, niño joven; Manuel, niño maduro; Manuel, niño viejo, abrazado constantemente a sus polichinelas, unas veces riendo, otras veces llorando; un día jacarandoso, burlón y flamenco, otro día tétrico, amenazador y majestuoso. Pero siempre dispuesto, a cualquier hora y cualquiera que fuese su humor, risueño o sombrío, a hablar, a hablar en todas partes, sin tregua ni descanso. Manuel es así: no se calla nunca, y cuando calla, desarrolla su mente, y por eso Manuel, es muy importante para sus polichinelas.

Manuel tiene un gran número de polichinelas, que se elevan y cada uno de ellos busca a otros polichinelas y así se construye la pirámide del clientelismo parasitario, integrada por alcahuetes, futuros inútiles y sinvergüenzas, todos unidos por el interés, por los privilegios…

Construyen pirámides, engrasando sus mecanismos, fundamentalmente en las administraciones públicas, gran orgía en la que participan los polichinelas, conocidos e incrustados como de libre designación, que es lo mismo que elegidos a dedo, por lo que estarán agradecidos a Manuel y cuidarán de sus capilares y terminales. Son así mismo designados, para construir telas de arañas, (con perdón a la araña), orgánicamente distribuido en bloque: Redes endogámicas que, saltarán los límites de sus propias organizaciones, que ellos mismo siempre, intentaran controlar, practicando actitudes antidemocráticas. Esto ocurre, con una especial incidencia, en las grandes ciudades, donde los consistorios y otras instituciones están monopolizados en un altísimo porcentaje, por un grupo ilimitados de familias de polichinelas que constituirán auténticos “clanes partidarios e institucionales y oligarcas, que de no abolir, construirán sistemas antidemocráticos”.

Los lazos clientelares tienen en España un desarrollo y una importancia decisiva, situándose como el reino de la arbitrariedad y la particularidad, de pactos de todo tipo de las élites políticas y por tanto económicas, donde "reinará" el favor. El núcleo principal de la relación consiste en el intercambio recíproco de bienes serviciosde distinta especie entre los sujetos polichinelas, que formarán la llamada «diada», base de cualquier sistema de clientelas: el oligarca Manuel, que proporcionará miserables bienes materiales, protección y acceso a diferentes recursos, privados y públicos; y los clientes polichinelas, que ofrece a su vez servicios personales, lealtad y apoyo, que en el ámbito de la política, puede traducirse en votos, polichinelas orgánicos, futuros titiriteros que estarán expectantes, ante las posibilidades de encontrar un lugar al Sol

El lenguaje utilizado allí donde surge el compadrazgo o el patronazgo subraya el afecto, real o fingido, entre las partes: «amigo» ha sido el apelativo preferido por los componentes de las clientelas para dirigirse unos a otros, cada jefe llamara a sus seguidores «amigos» antes que partidarios, transformando las maneras de relacionarse.Podía decirse con sorna, que es una antigua reproducción del caciquismo, cuatro o cinco grupos, que tienen amigos, hijos, yernos, primos, tíos, sobrinos, nietos y cuñados, en los puestos y en todos los estamentos.

Cualquiera de las partes debe ser capaz de poner fin al juego, si éste ha dejado de convenirle, ya que el intercambio ha de resultar mutuamente beneficioso. Pero es evidente que las prácticas clientelares se dan a menudo en condiciones sociales en las que el poderoso ejerce algún grado de coerción sobre sus subordinados, forzados a actuar de una u otra forma, bajo la amenaza de perder sus medios de vida, privilegios y la imposición de un comportamiento determinado que se hace explícita para completar el conjunto de medidas adecuadas para cumplir la voluntad de los poderosos.

Angel Rueda.

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