lunes, 29 de septiembre de 2014

Entrevista a Julio Anguita en Diario de León «No pido votos, pido combatientes; mi discurso es áspero pero sincero»


Miguel Ángel Zamora | Diario de León

Cinco ataques al corazón son demasiado castigo para no dejar secuelas. Hasta diciembre tiene cancelados todos sus actos públicos, pero hizo una excepción con León.

—¿Por qué?
—Porque me apetecía mucho venir a León. Es la segunda vez que hablo de derechos humanos en León, que en mí es una obsesión desde siempre. Porque es un viaje muy tranquilo, que voy a hacer muy cómodamente. Y por el compromiso que tenía con Quique. Le prologué su tesis doctoral y está haciendo algo muy importante.

—Derechos humanos y globalización no casan nada bien, por lo visto… Es el argumento de su conferencia.
—Son los elementos de una contradicción in términis. Es el oxímero, que se llama en la literatura. La nieve negra, el fuego frío. Si se opta por la globalización, los derechos humanos mueren. Sobre eso está centrada mi disertación. Quiero demostrar que la globalización es una regresión y que hay alternativa, que implica que la gente se conciencie y entre en una guerra de valores a muerte.

—Usted que siempre fue una persona de compromiso ¿estaría ahora en su salsa?
—No he dejado de tener compromiso, he dejado de estar en primera fila. Ya estuve, mi salud lo exige y creo que estoy mejor donde estoy. No paro de escribir, publico documentos, doy charlas, se ha creado el Frente Cívico y tengo actividad pero a mi aire.

—¿Qué vaticina que va a ocurrir en las elecciones con el nuevo mapa político que se ha dibujado?
—No me gusta vaticinar. Al sistema económico se le ha abierto una brecha. PP y PSOE están intentando cerrar esa brecha y hoy el problema no es derecha o izquierda, eso es un inmenso error. La contradicción inmediata es el poder económico y sus representantes del bipartito y la mayoría. Salga a la calle y pregunte a chavales de 25 años qué pensión van a cobrar… Si conseguimos unir a todos esos habrá opciones. Me he dirigido por escrito a IU, a Podemos, a Stop Desahucios, a Equo y a todas aquellas fuerzas culturales que existen. Les he dicho que hay que hacer un programa de mínimos, que aunque no sean capaces de ir juntos a las elecciones la gente de la calle oiga ese mismo programa a unos y a otros. Es como una melodía, que al piano la interpreta Podemos, a la guitarra IU, al oboe… s. No quiero un frente de izquierdas, porque eso es reduccionista. Y eso no significa que yo haya abandonado mi ideología.

—Eso ¿suena a revolución silenciosa?
—Sí señor. Efectivamente. No lo oculto. Lo digo con palabras sencillas pero profundas. Aspiro a que se cree un contrapoder y que se enfrente al poder para ganarlo. Con las dificultades inherentes a luchar contra los bancos y las 35 grandes empresas del Ibex. La lucha está entre la mayoría y el poder. Y para luchar no vale dedicarse a ver el fútbol y no querer saber nada. Yo no pido votos, pido combatientes. Mi discurso es áspero pero sincero.

—¿Y el fenómeno Podemos?
—El que crea que yendo solo a las elecciones y con un programa propio va a enfrentarse al poder, está equivocado. Somos pocos y necesitamos unirnos.

—¿Hay mecanismos para acabar con el bipartidismo?
—Evidentemente no. Y de eso se trata, de encontrarlos. No sé si tengo la verdad, pero sí la certeza. Las privatizaciones las inició Felipe González, como la reforma del mercado laboral y el glamour de Europa. Y los otros lo han continuado. Somos una mayoría, pero no estamos unidos y lo que hay que hacer es unir eso con un común divisor.

—Sigue siendo crítico con Felipe González. ¿Lo es también con la postura de acercamiento a Aznar que tantos problemas le granjeó?
—El PSOE fue un buen discípulo de Goebbels y ganó la partida. Era un sinónimo de corrupción. Pero si yo voy por una acera, veo como matan a una anciana y grito que eso es un asesinato y en la acera de enfrente alguien de extrema derecha dice lo mismo, no es que nos hayamos acercado, simplemente es que hemos coincidido en describir algo.

—¿Es cierto el episodio del café con Aznar?
—Se comprometió a convocar elecciones generales si le apoyábamos en una moción de censura contra Felipe González y a salirse inmediatamente. Le dije que me lo pusiera por escrito, lo llevé a la presidencia de IU y se rechazó. Lo que pasa es que no se publicó esa carta, que tenían los medios de comunicación, porque podíamos haber echado al PSOE del gobierno y eso rompía el andamiaje. Felipe prefirió a Convergencia y Unió.

—¿Era esta última crisis de la monarquía la opción ideal para la Tercera República?
—Soy republicano hasta el hueso pero no me gusta el folklore. Quiero ver la Tercera República pero quiero ver qué contenido quieren los españoles. La bandera me deja frío. Lo que quiero es que me digan qué república es la que quieren los españoles.

—¿Qué va a pasar en España el 10 de noviembre?
—No va a haber consulta en Cataluña. Si les desautorizan va a haber elecciones, que se van a convertir en un plebiscito. Yo no soy nacionalista burgués como Mas. El Estado español, con la firma de Suárez en 1977 reconoció el derecho de libre determinación. Montenegro, Yugoslavia, Eslovaquia son ejemplos de lo que se ha hecho. Escocia y Quebec han tenido consultas pero aquí se hizo una chapuza de «tente mientras cobro». Cataluña es una nación, como Euskadi y Galicia, por lógica constitucional.

—¿Cómo se encuentra a nivel personal?
—Bien. Esta vez me duró poco. No tengo planes en especial. Sólo quiero vivir y trabajar por si alguna vez veo lo que quiero. No estoy pendiente de los informativos permanentemente, hago viajes, he estado por León este verano y hago lo posible para que mis hijos tengan trabajo. La vida de un español normal de clase media es así.

—¿Siente que se le echa de menos?
—Nunca he sido una persona agradable. Me han soportado porque teníamos votos, pero en política hay que dar ejemplo y no puede ser una profesión.

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